jueves, 13 de abril de 2017

¿Qué hacer con el número de cesáreas II?

Pido disculpas por la demora en publicar la segunda parte de esta opinión de mi querido amigo, el Profesor Justo Alonso Tellechea.
Es un tema muy complejo que entre otras cosas conlleva aspectos culturales, como muy bien lo señala Alonso.

2ª parte

MITOS Y REALIDADES:

  1. La Cesárea es más segura para la madre. Esto no es verdad: la cesárea es una intervención quirúrgica que conlleva riesgos para la madre (riesgos anestésicos y quirúrgicos: mayor riesgo de sangrado e infección). El parto presenta riesgos también, pero cuando una cesárea no tiene indicación precisa presenta mayores riesgos maternos a corto y mediano plazo que un parto normal.
  2. La cesárea es más segura para el feto: esto tampoco es así. El feto está programado para nacer por parto vaginal. En el parto normal es el feto el que comanda el organismo materno a través de señales hormonales y bioquímicas. Es el feto que establece cuando está pronto para nacer y desencadena los mecanismos del parto normal. Además, el feto (que se encuentra en un ambiente estéril dentro del útero) al pasar por el canal del parto (vagina y vulva) es colonizado por los microorganismos que conviven con la madre, los que son beneficiosos para la adaptación a la vida extrauterina.
  3. En la cesárea la bajada de la leche demora más que en un parto. Esto tampoco es verdad ya que el inicio de la lactancia depende más del alumbramiento (expulsión de la placenta y anexos ovulares) que de la producción de la hormona ocitocina durante el parto.
  4. Una vez realizada una cesárea, los demás hijos deben nacer por cesárea. Esto es falso. Proviene de las técnicas antiguas de cesárea donde se cortaba el útero longitudinalmente. Con la técnica de la incisión horizontal que se utiliza actualmente, una mujer puede tener un parto vaginal luego de una o dos cesáreas, aunque los riesgos son mayores.
  5. El médico cobra más por una cesárea que por un parto: esto no es verdad, la mayoría de las instituciones de nuestro país pagan más honorarios por un parto que por una cesárea. Esto es lógico ya que para un médico entrenado es mucho más fácil realizar una cesárea que asistir un parto.


La Organización Mundial de la Salud ha propuesto hace ya más de 20 años que la tasa de cesáreas no debe ser superior al 15%. Por encima de este valor no se lograría disminuir la mortalidad perinatal hace 20 años. Esta cifra es manejada por los medios de comunicación como una verdad absoluta.

Afortunadamente hemos aprendido que no existen verdades absolutas en medicina.

Esta cifra ha sido revisada por trabajos actualizados y existe evidencia científica que demuestra que no se logra disminuir la mortalidad perinatal con tasas de cesárea por encima del 20%.

Hay que tener en cuenta que esto es una recomendación que aplica al mundo como un todo, sin tener en cuenta variaciones regionales.

Es aplicable a la mayoría de los países africanos y también a los subdesarrollados de Asia y América como una guía. Deben tenerse en cuenta factores regionales y locales.

Sin embargo, los países desarrollados tienen todos tasas de cesáreas superior al 20%. En Argentina, Brasil y Chile las tasas de cesáreas son similares a las de nuestro país. En maternidades privadas de la ciudad de San Pablo la tasa de cesáreas puede llegar al 90%. En Uruguay la tasa de cesáreas en los últimos años se sitúa por encima del 40% de los nacimientos, siendo superior al 60 o 70% en algunas instituciones privadas.

No hay dudas entonces que el número de cesáreas en nuestro país es excesivo y que debemos hacer algo para solucionarlo. Lamentablemente todos los esfuerzos realizados han sido infructuosos. Influyen en esta situación todos los elementos que se detallan más arriba. Pero también influye en estas cifras el positivo y progresivo “empoderamiento” y “autonomía” de la mujer que cada vez más es capaz de tomar decisiones en relación a su cuerpo, tanto para la interrupción voluntaria del embarazo como a la forma en que nacen sus hijos.

La opinión pública es esencial para contribuir a descender la tasa de cesáreas. Un ejemplo de esto ocurrió en el estado de California, en Estados Unidos, en 1990. Una vez que se demostró que una cesárea no implica que no se pueda tener un parto normal (aunque con mayor riesgo que si no hubiera una cicatriz en el útero), las autoridades sanitarias realizaron una campaña por los medios masivos en la que se informaba que “Si usted ha tenido una cesárea tiene por lo menos un 50% de chance de tener un parto vaginal” siempre que se dieran las condiciones apropiadas. Como resultado de esta campaña la tasa de cesáreas en mujeres que habían tenido una cesárea en su embarazo anterior pasó del 90% al 60% en menos de 2 años.

Este tipo de campañas de información es probablemente el camino más apropiado para que, contemplando la autonomía de la mujer, se logre frenar esta “epidemia” que es necesario revertir.